Marcela tiene 43 años y desde los 35 busca embarazo. Se casó con su novio y nunca se cuidaron porque deseaban tener un bebé cuanto antes. Pasó un año y el embarazo no llegaba por lo que decidieron consultar a un especialista. El doctor realizó estudios y comenzaron las inseminaciones intrauterinas y luego siguieron las fertilizaciones in vitro. Con cada negativo el comentario siempre fue el mismo: pocos óvulos y de mala calidad lo que resultaba en mala calidad de los embriones.
Es por eso que les propusieron realizar un tratamiento de fertilización in vitro con ovocitos donados. Marcela que desde que conoció a su esposo espero el momento adecuado para quedar embarazada nunca se imaginó que no iba a poder hacerlo de manera natural, como lo hacen otras personas. Después de tanto recorrer, tantas frustraciones acumuladas, se encontró en la situación de realizar otro duelo, el genético y aceptar el óvulo donado por una mujer más joven y fértil para poder ser mamá.
Marcela tenía claro que ella quería ser madre y aceptaba la donación pero se preguntaba si se sentiría mamá de ese embrión, si se parecería en algo a ella, cómo serían las mujeres que donan sus óvulos a otras, cuáles serían sus motivaciones y si el amor sentido hacia un hijo que llegó gracias a un tratamiento de ovodonación sería el mismo que si hubieran podido conseguirlo con sus óvulos.
La familia como institución y la ovodonación
En 1984 que se realizó la primera ovodonación, y desde ese momento se plantearon diferentes temas éticos, psicológicos y sociales. El tratamiento implicaba la participación de una tercera persona que donaba una gameta, y como resultado se obtenía un niño nacido de una madre con la que no estaba relacionado genéticamente. Esto representó un desafío a los conceptos fundamentales de madre, familia y parentesco en ese momento, ya que, como en otras áreas de la medicina, los avances tecnológicos llegaban más rápido que los cambios de ciertos conceptos culturales, y por lo tanto de poder evaluar el impacto en los pacientes.
A través de los años fueron presentados numerosos estudios que abordaron la ovodonación en su faceta más social y psicológica. La evaluación a largo plazo de las familias creadas a partir de ovodonación mostró un excelente funcionamiento, correcto bienestar de los padres y una normal relación padres e hijos. Así mismo, cuando fueron evaluados los adolescentes, no encontraron diferencias con los controles en cuanto a autoestima, desarrollo académico y conflicto con sus padres.
Duelo Genético
Es muy frecuente escuchar en la consulta del tratamiento de ovodonación las preguntas: ¿Se parecerá a mí el bebé que voy a gestar?, ¿qué voy a sentir si busco un parecido físico en el niño y no lo encuentro? El duelo genético es el primer paso a la aceptación de la ovodonación que atraviesan la mayoría de las mujeres.
Sin embargo, no son pocas las veces que los niños (tanto concebidos de forma natural o por reproducción asistida con gametos propios) se parecen a otras personas de la familia (abuelos, tíos) y no específicamente a la madre, y de ninguna manera esto constituye un limitante en el amor hacia el niño, por lo que esa traba emocional debería ser superada para llegar al verdadero objetivo que tienen las mujeres que es el de ser madre. La genética no es garantía de nada, menos aún de la armonía y bienestar familiar y personal.
En los últimos años se publicaron muchos estudios que hablan de la epigenética. Este término se refiere a que la expresión de genes en el embrión es distinta según la madre que lo geste, por lo que cada mamá le imprime a su bebé una huella característica que no puede ser dada por otra persona. Es parte de la modificación que el ambiente hace sobre el embrión y que es tan importante en la transmisión de enfermedades como en la respuesta a estímulos o en la expresión de determinados rasgos físicos.
La recepción de un ovocito donado es la ayuda que necesitan muchas mujeres para poder ver realizado su sueño de ser madres. El niño se parecerá en gestos, expresiones, hábitos, valores y tendrá la apertura al mundo que cada familia le transmita ya que todo esto es aprendido a través de la educación y los ejemplos que a diario les damos a nuestros hijos. Gestar a un niño concebido por ovodonación no significa funcionar como una incubadora, es permitirse a uno mismo la posibilidad de ser madre, dejando de lado mucho pero ganando muchísimo más.