Uno de los momentos finales y más esperados es la llamada transferencia embrionaria, donde están depositadas todas nuestras emociones y la esperanza del mejor de los resultados.
Pero entonces nos preguntamos ¿Cómo es ese proceso? ¿Y qué debo hacer?.
La transferencia embrionaria consiste en el pasaje de un embrión al interior del útero a través de una cánula muy finita, como si fuera una inseminación intrauterina. La diferencia es que la realizamos en quirófano porque necesitamos de la infraestructura del laboratorio de embriología, donde están guardados nuestros embriones.
Puede ocurrir a los pocos días de una punción ovárica si el procedimiento realizado fue una fertilización in vitro o ICSI, o bien luego de unos días de preparar el endometrio con medicación si los embriones ya los teníamos congelados o el tratamiento indicado fue la Ovodonación.
Para ese momento tan esperado, introducimos a través del cuello uterino un catéter plástico que no duele ni daña el endometrio. No es necesario ayuno ni anestesia, se realiza, sí, despierta, para disfrutar juntos esa experiencia. Pero sí es necesario y creo que esa es la parte más difícil, tomar medio litro de agua, aproximadamente media hora antes, para tener la vejiga llena y poder ver la transferencia a través de una ecografía transabdominal realizada en forma simultánea.
¿Pero qué es exactamente lo que vemos?
Observamos la cánula en la que viaja nuestro embrión y cómo se ubica una manchita blanca adentro del útero en el lugar adecuado. Esa manchita representa el medio de cultivo en el cual está el embrión, que al ser este microscópico es lo suficientemente pequeño para no poder verlo, lo cual técnicamente llamamos, la descarga.
Una vez transferido el embrión, queda en contacto con el endometrio, para iniciar las interacciones necesarias para la implantación. Ahora queda esperar 10-12 días para realizar la prueba de embarazo.
Lo importante a recordar es que una vez finalizada la transferencia, el embrión no se cae al pararse, caminar o ir al baño.