Cuando una persona o pareja realiza un procedimiento de reproducción asistida, luego de obtener los ovocitos (ya sea propios o de donante) mediante una punción, en el laboratorio se realiza la inseminación. Para ello se colocan los espermatozoides de la pareja o de un donante en contacto con los óvulos (FIV) o se realiza la inyección del espermatozoide dentro del óvulo (ICSI).
Al día siguiente los embriólogos verifican si hubo o no fertilización. Hay varios detalles que se observan en el óvulo para saber si está fertilizado (presencia de 2 pronúcleos, dos cuerpos polares, halo de fertilización) y esto ocurre dentro de un rango de horas luego de la inseminación. Una vez que se observan estos signos, se registra la cantidad de óvulos que se fertilizaron en el procedimiento.
Pero las cosas no siempre se dan como se espera, puede ocurrir que los signos de fertilización no sean visibles en los tiempos habituales y los embriólogos no podemos observarlos en el momento que miramos el caso en el microscopio.
También puede ocurrir que haya algunos signos de fertilización pero al no observarse todos los signos que se espera, no se reporta como fertilizado un óvulo que en realidad sí lo está.
En ambos casos, lo que sucede es que se reportan como fertilizados menos óvulos y con el correr del tiempo de cultivo, aparecen más embriones que al principio (se suele decir que fertilizaron en diferido). Estos embriones pueden llegar al estadío de blastocisto y ser considerados para transferir o criopreservar según el caso.
Esto es lo que ocurre cuando los pacientes se encuentran con más embriones que los que el médico les informó al principio.